sábado, 13 de junio de 2009
Los Lepidopteros
Licénidos.
Los machos presentan colores más llamativos y brillantes que las hembras (azules, marrones, dorados…) y suelen ser de pequeño tamaño.Algunas orugas de esta familia colaboran con las hormigas (simbiosis) de tal modo que mientras las últimas las protegen de las abejas y avispas las primeras les proporcionan líquidos azucarados.La mariposa de los geráneos (cacyreus marshalli), la morena serrana (aricia cramera), la manto bicolor (lycaena phalaeas), la icaro polimatus, la niña celeste (polyommatus bellargus), etc., pertenecen a esta familia.
Ninfálidos.
De tamaño generalmente mediano, presentan hermosos colores anaranjados. Destacan en esta familia la pandora (argynnis pandora), el pavo real (inachis io), la sofia (issoria lathonia) y las vanessas (atalanta y cardui).
Papiliónidos.
Son muy hermosas, de gran tamaño y colores blancos o amarillos en los que destacan manchas rojas. Resultan curiosas las prolongaciones o colas que presentan algunos miembros de esta familia. Se integran en la misma la podalirio (iphiclides podalirius), la macaón (papilio machaon) y las parnassius (parnassius apollo y parnassius mnemosyne).
La vida en sociedad moldeó el cerebro y la conducta de insectos

Los investigadores encabezados por Sean O'Donnell, profesor de psicología en la Universidad de Washington, encontraron que una región importante en el cerebro de una avispa primitivamente social se desarrolla mejor en las hembras dominantes que en las subordinadas.
Este hallazgo, el primero de su tipo, contrasta con la mayoría de trabajos anteriores sobre el desarrollo del cerebro de los insectos sociales. Esos estudios se hicieron sobre especies muy sociales con tamaños grandes de colonia.
Este hallazgo, el primero de su tipo, contrasta con la mayoría de trabajos anteriores sobre el desarrollo del cerebro de los insectos sociales. Esos estudios se hicieron sobre especies muy sociales con tamaños grandes de colonia.
Entre estas especies, la edad desempeña un papel importante en la ejecución de tareas, y las obreras que dejan el nido para forrajear generalmente han desarrollado mejor sus cerebros.
Los investigadores encontraron un patrón opuesto en una avispa primitivamente social. Aquí, las hembras dominantes (que se quedan en casa) tenían un desarrollo mayor del cerebro. En esta especie, las interacciones de dominancia directa entre las hembras determinan la ejecución de tareas. Para explicar el desarrollo del cerebro, eran más importantes la dominancia y las interacciones sociales que las tareas de forrajeo.
En este nuevo estudio, O'Donnell y sus colegas de la Universidad de Texas analizaron el desarrollo del cerebro de la avispa primitivamente social Mischocyttarus mastigophorus del bosque tropical nuboso cerca de Monteverde, Costa Rica. Estas avispas viven en colonias cuya población varía desde varios individuos hasta varias docenas, y donde la división de labores es gobernada por la agresión.
Los investigadores examinaron ciertas áreas del cerebro de los insectos. Los datos mostraron que esas áreas eran más grandes entre las reinas y las hembras que permanecían dentro del avispero. Esto es lo opuesto a lo que varios investigadores han encontrado entre las especies muy sociales con grandes tamaños de colonia. En tales especies muy sociales, generalmente las obreras que dejan el nido para forrajear tienen cerebros mejor desarrollados.
Parece claro que las colonias primitivamente sociables eran la situación ancestral, y que las colonias muy sociales se desarrollaron y evolucionaron a partir de ellas.Esta investigación sugiere que el comportamiento de ejecución de tareas y el desarrollo del cerebro han cambiado de una manera fundamental en los insectos sociales que forman colonias complejas y grandes, con respecto a los insectos primitivamente sociales.
Este trabajo cobra gran importancia porque los insectos sociales son un modelo muy útil para entender el diseño de los cerebros y la relación que existe entre el diseño cerebral y la complejidad social. Y tiene implicaciones para la sociedad humana porque la evolución de nuestra propia sociedad puede afectar al desarrollo del cerebro. La conducta social impone fuertes demandas sobre el cerebro humano.
Los coautores del estudio son Theresa Jones, profesora de psicología, y Nicole Donlan, técnica de investigación, ambas de la Universidad de Texas.
Una Oportuna Ayuda

FESTINIÑO
Hacía calor aquella tarde en todo el monte. El sol apretaba con sus rayos, y la tierra estaba reseca, en especial el hormiguero donde, junto a su familia de más de un millón de hermanas, vivía mandíbula, una hormiga muy trabajadora y eficiente.
Mandíbula sentía sed por ese sol abrasador, así que decidió dejar a sus compañeras en la galería subterránea y subir hasta la salida del hormiguero. Allí, se sumó a una hilera de hormiguitas que marchaba hacia un matorral, bordeando el arroyo.
Cuando pasaron cerca del agua, mandíbula se trepó a una piedra y abrió su boca sedienta...
Pero pisó con tan mala suerte, que resbaló y cayó en medio de la agitada corriente.
Desde lo alto, una paloma que vivía en un árbol alcanzó a verla patalear desesperada.
Sin pensarlo dos veces, bajó en vuelo rasante, levantó una ramita, y la dejó caer por donde pasaba mandíbula.
Empapada y temblorosa, la hormiguira se aferró a la rama salvadora, y así, aunque muy asustada, pudo volver a la orilla.
-¿Cómo pudo pasarme esto?- dijo la hormiga. -¡Esa paloma que fue ángel guardián!
Todavía no había terminado de escurrirse y de acomodar sus antenas, cuando escuchó unas pisadas que supuso eran de un hombre.
Si, se trataba de un cazador que, sigilosamente, se acercaba apuntándole con su escopeta a la reciente salvadora.
La hormiga mandíbula era testigo de todo. Rápidamente se compuso, respiró hondo y, justo cuando el cazador afinaba su puntería, se acercó lo más rápido que le permitieron sus patitas y le aplicó un mordiscón tan fuerte y hormigoso, que el hombre abrió la boca como un cocodrilo y gritó ¡ayyyyyy!, tirando la escopeta contra las piedras.
La paloma, ignorante de todo esto, siguió en su rama acomodando sus plumas, y ni se enteró de la ayuda oportuna de mandíbula.
Estaba tan contenta por haber podido ayudar a la hormiga a salvar su vida, que sentía un maravilloso bienestar, el bienestar que sólo se experimenta cuando uno ha hecho una buena acción sin esperar recompensa.
Pero la hormiga igual no necesitaba reconocimiento alguno, le bastaba con saber que había podido defender a su salvadora. Jamás olvidaría que, gracias a la generosa y desinteresada palomita, ahora estaba sanita y feliz, volviendo a su hormiguero donde la esperaba su enorme familia, a quienes aliviada, relataría su aventura.
Moraleja: “Siempre reconocerás con una ayuda valiosa a quien te dio, tiempo atrás, una mano generosa”.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)