miércoles, 15 de julio de 2009
«As abellas non son moscas»
Quince pequeños aprendices de apicultor de Coirós descubren en un taller en Abegondo cómo viven esos insectos, cómo se hace la miel y de dónde viene la cera.
Huele a lavanda. A espliego. Haciendo equilibrio en las flores que tiñen las matas de azul, un grupo de abejas obreras recogen polen. «Tamén hai moito abellón», apunta un hombre que, azada en mano, prepara la tierra para poner nuevas plantas. «O abellón é máis salvaxe, as outras son practicamente domésticas.
Pero eles non fan nada», comenta. Porque las abejas no atacan. Se defienden. Lo hacen cuando están amenazadas. Esa es parte de una lección magistral que el responsable de la Casa das Abellas, en el municipio coruñés de Abegondo, Suso Asorey, ofreció ayer a un grupo de quince aprendices de apicultor. Tienen entre seis y diez años.
Llegaron desde Coirós para conocer cómo se hace la miel, descubrir qué es exactamente la cera y comprobar que ninguna abeja está dispuesta a morir por nada. Únicamente cuando ven amenazada su colmena. Porque ellas, cuando pican, pierden su aguijón y mueren.
El taller es una de las actividades de verano organizadas por el concello de Coirós. Durante la clase descubrieron que, como asegura Suso, «as abellas non son moscas». Porque no se van cuando las apartas con la mano. «Cando lles das para espantalas, séntense ameazadas e atacan», apunta.
Que las abejas no son moscas ni avispas lo corrobora el maestro. Este no duda en ponerse ante una de las colmenas. Va seguido de su tropa de apicultores. Cubiertos por sus pequeños trajes de tela blanca, tapados hasta la rodilla, son colocados como alfiles sobre una tabla de ajedrez. Para que todos puedan ver el arte de las abejas, el orden que marca la única reina que rige el panal. Lo que ven es puro espectáculo natural. El orden de la vida.
Las abejas revolotean en torno al maestro. «Estas son obreiras. están volvendo do campo, cargadas de polen», comenta. Luego se hace a un lado. La vía de entrada al panal está ahora libre. Entran en tropel. «¡Increíble!», grita uno de los alumnos, emocionado por la habilidad de esos pequeños insectos. En verano, en un día de sol con los campos llenos de flores, las obreras no paran de trabajar. «Cada viaxe para recoller polen é un labor que lles leva unha media hora», explica el maestro.
En el trajín ninguna abeja se confunde de hogar. «O olor é o que as guía. As abellas que están dentro recoñecen aunha intrusa polo olor», comenta. Pero cada enjambre puede generar otra nueva colmena. Es la regidora la que abandona la casa con un buen escuadrón de obreras que la ayudarán en la labor. Buscan un buen lugar para formar otro panal. En la vieja casa queda el resto, cuidando a una nueva reina.
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